El
ser docente es una tarea que demanda además del dominio de conocimientos del
área de su especialidad así como las estrategias de enseñanza, un conjunto de
habilidades para favorecer en los estudiantes el desarrollo integral de sus
facultades. Una de las condiciones para
poder cumplir con este propósito, es el establecimiento de un ambiente de
aprendizaje en el que se propicie la confianza y la seguridad de los
estudiantes en sí mismos. Esto sólo se logra cuando existe una buena relación
entre el docente y el alumno, ¿pero qué
características debe tener esta relación? ¿qué aspectos es necesario propiciar
y cuáles se deben evitar para no trasgredir la relación con sus alumnos? Se podrían
enumerar varios aspectos pero, enfatizaré tres que considero importantes:
En
primer lugar es importante que la relación se establezca en un ambiente de respeto mutuo reflejado en
las relaciones de comunicación con los estudiantes, que además son relaciones
de comportamiento. Lo cual no implica necesariamente que no se pueda tutear al
profesor, siempre y cuando no se pierda la autoridad moral y académica de este
con los estudiantes.
En segundo lugar, el maestro
debe tener claro que su práctica implica atender a los estudiantes, sobretodo en
aspectos académicos, pero que habrá casos en que los alumnos les comenten sus
problemas personales, o que sin comentarlas
demandan la atención de los profesores,
es importante que el maestro busque
estrategias para apoyar alumno, cuidando de no trasgredir en situaciones como involucrarse en la situación familiar del
estudiante, o arriesgar incluso la integridad del estudiante o de él mismo.
Por último, aunque la
relación profesor-alumno tenga una carga afectiva, es necesario establecer
límites en la forma en cómo se estructuran las relaciones y se expresan las
emociones, es decir, tener presente el rol y la figura de autoridad de maestro,
sobre todo con los niños y adolescentes, ya que aunque requieran la confianza del docente, consciente
o inconscientemente también demandan la figura de autoridad que les ayude a
guiar y regular su conducta. Por lo tanto es importante no confundir el
establecer una relación amistosa con los alumnos, con pretender “ser amigo” de éstos, ya que la amistad implica
situaciones de confidencialidad, de complicidad y de búsqueda de la identidad,
que los estudiantes buscan en la relación con sus pares. Mucho más complejo
sería hablar de relaciones afectivas entre profesores y alumnos que impliquen
la búsqueda de una relación sentimental, que si bien, en el caso de niveles
superiores puede ser polémico el tema, en estudiantes menores de edad, no sólo
implica situaciones legales, sino además de la pérdida o la falta de
autoridad moral por parte de los
profesores, por llamarlo de alguna manera.
Para finalizar, es
importante considerar que no es necesario establecer códigos de ética o
lineamientos explícitos, que regulen las relaciones que los docentes establecen
con los estudiantes, se trata más bien de habilidades, actitudes y sobre todo
valores que el docente desarrolla y manifiesta en su quehacer docente, es
decir, es un estilo de ser docente.
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